18 de septiembre de 2013

Sangue sabur

La piedra de la paciencia de Atiq Rahimi.

Piedra a la que descargas todos tus secretos y sufrimientos y ella los absorbe y acaba explotando. Y así te liberas de lo más oscuro de ti. Metáfora del marido de la mujer protagonista que está tendido en la cama sin reacción alguna, moribundo, por culpa de un balazo, en plena guerra. La mujer, mientras le cuida, le va contando sus historias, él no responde. La prosa está bien. Lo más interesante es la relación entre lo físico y lo espiritual. La piedra, el cuerpo del marido y Alá son la misma cosa, un elemento pasivo liberador, un saco de boxeo para la tensión interna. Cuando un soldado entra en casa de la mujer, ella le dice que es puta, y entonces éste la rechaza, sin embargo, más tarde ese mismo soldado disfruta viendo cómo se la folla otro. Ahí se ve cómo la religión musulmana desprecia el plano físico de la existencia, pero por detrás reconoce su necesidad, lo que supone un alto grado de hipocresía. El autor nos dice que para descargar los conflictos internos disponemos de un elemento espiritual y de otro terrenal. Si bien Alá es el espiritual y recibe alabanzas y rezos, para el hombre musulmán la guerra y la mujer (relación pene-ametralladora) son el físico. La mujer es vista como un cuerpo con el que aliviarse, bien sea eyaculando en su interior o descargando con violencia las frustraciones masculinas. Más allá, viene a decir que la mujer es más espiritual porque se descarga con Alá y si lo hace con su marido es porque está en coma, mientras que el hombre es más materialista ya que descarga sus conflictos internos a través de la guerra y de la mujer.

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